Lea Tsemel (Fotografía: Carlos Pérez Cruz) |
En toda situación extrema surgen personas extraordinarias dispuestas a
sacrificarse por los demás. Ser abogada y defender a palestinos en
Israel es un sacrificio extraordinario, sobre todo si no se ejerce de
oficio y sí por convicción. Lea Tsemel (Haifa, 1945) es uno de esos
valiosos (por demasiado escasos) asteriscos dentro de un país cuyas
políticas de colonización de territorios palestinos requieren la ciega
unanimidad de su pueblo (y el muy sonrojante cinismo y beneplácito por
inacción de la comunidad internacional) para llevarlas a cabo. Las voces
disidentes lo pagan, como mínimo, con el desprecio. Con una edad que a
muchos habría hecho disfrutar de la jubilación, Lea admite seguir
teniendo “mucho trabajo por hacer”. Recibe a ‘El Asombrario & Co.’
en el hotel de Iruñea – Pamplona en el que se aloja durante su
participación en un curso de verano sobre derecho internacional y derechos humanos en Palestina,
organizado por la Universidad Pública de Navarra y la ONG Sodepaz.
Parece cansada y se confiesa triste por no haber podido compartir
estrado con su colega en Gaza Raji Sourani.
Le han impedido viajar a España. Nada más simbólico que un curso sobre
Palestina con la obligada intervención por videoconferencia de alguien
al que Israel ha impedido salir de la cárcel en que ha convertido Gaza.
Toda una vida en defensa de los derechos de los palestinos. ¿Cuál ha sido el precio personal que has pagado por hacerlo?
No creo haber pagado un precio personal. Mi hijo, que ahora tiene
cuarenta años, pagó un precio en su juventud porque sufrió ataques por
ser hijo mío. Creo que la gente tenía miedo de atacarme a mí de forma
directa. O quizá es que fallaron o que yo era tan idealista que si tenía
un precio que pagar lo pagué sin enterarme.
¿Te consideras, de algún modo, una persona idealista?
¡De algún modo! (Risas). De algún modo sí.
Israel es un país verdaderamente complejo. Es injusto tratar de
reducir su complejidad humana y su diversidad pero es verdad que la
naturaleza del propio país, cómo éste ha sido creado y lo que el país
significa e implica, define a sus ciudadanos más que en otros países.
Cada país tiene sus propias circunstancias y cosas de las que
avergonzarse aunque, por supuesto, la gente trata de hacer su vida lo
mejor que puede. ¿Es la realidad de Israel tan particular que sería
especialmente injusto e incluso inmoral vivir allí sin tener en cuenta
lo que Israel hace con los palestinos?
La vida en Israel es muy particular. En primer lugar, porque es un
Estado muy joven en el que la gente siente que todo está empezando.
Recibimos una educación muy patriótica y nacionalista. Es muy difícil
salirse de la línea patriótica que trazan para ti en la escuela, en los
movimientos juveniles o en el ejército, por el que tiene que pasar todo
el mundo. Así que es bastante difícil escapar de eso, quedar al margen
de la gente “normal”, de un ambiente en el que todo el mundo quiere lo
mismo. Y además hay un miedo existencial que quizá no se encuentra en la
vida cotidiana pero sí en la permanente amenaza de las guerras, siempre
hay una guerra en el horizonte, un ataque… Y, ¡sobre todo!, no olvides
que nos situamos a nosotros mismos como enemigos del progreso, como
enemigos de la libertad, como enemigos de la democracia, como enemigos
de todo lo que sea progreso y mirar hacia el futuro. (Israel) es, en sí
mismo, la fuente de sus propios miedos. Cuando hay miedo la gente quiere
sentirse unida, cantar al unísono. Así que lo hace más difícil.
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