Viaje a la Palestina ocupada por Israel. Un espacio para la reflexión y la opinión sobre la tragedia palestina que arranca con un viaje en el verano de 2012 a Territorios Ocupados. Aquí encontrarás textos, imágenes y programas radiofónicos.
Contenidos del quinto programa de Todos los caminos están cerrados:
Wassim Qassis (Foto: Jadal Group)
Conversación con el intérprete de buzuk, oud, percusionista y compositor Wassim Qassis. Músico residente en la ciudad de Beit Sahour (área de Belén), forma parte del grupo Jadal. Además de su actividad como instrumentista, Qassis es profesor y compone música para diferentes películas documentales sobre la realidad de la ocupación israelí. La entrevista está realizada por Carlos Pérez Cruz y Luisa Coque Martínez e ilustrada con música de algunos de los proyectos del músico palestino. Puedes escucharla en el reproductor situado bajo estas palabras y leer la transcripción en este enlace:
Wassim Qassis y Luisa Coque (Foto: Carlos Pérez Cruz)
Wassim Qassis y Carlos Pérez Cruz (Foto: Luisa Coque)
Sahar Vardi (Jerusalén, 1990) forma parte activa de algunos de los escasos movimientos civiles que en Israel se oponen a la ocupación de los territorios palestinos. Vardi se negó a hacer el servicio militar obligatorio, motivo por el que ha sido encarcelada en su país. El miércoles 5 de diciembre ofreció en la librería 'La hormiga atómica' de Iruñea - Pamplona una conferencia bajo el título de Refusenik - El precio de la insumisión en Israel que puedes escuchar y leer íntegramente en este enlace.
Hay probablemente dos
factores fundamentales en la forma en la que
crecemos. Nos educan desde muy pequeños, por un
lado, en el miedo y, por el otro,
en la militarización.
Nos reunimos en torno a la mesa, con comida, se
canta y hay una canción que entonamos todos
unidos que se podría traducir algo así como:
en cada generación alguien intentó
exterminarnos. La semana siguiente se celebra el
día en memoria del Holocausto. La siguiente, el
Memorial por los soldados y la mañana siguiente
es el 'Día de la Independencia'. En muchos
sentidos ese es el concepto: siempre ha habido alguien
que ha tratado de asesinarnos - el Holocausto
es, obviamente, un buen ejemplo de eso -, y por
ello los soldados tienen que luchar y morir para
que puedas tener un país.
En el jardín de
infancia. A un lado, los números del uno
al diez y al otro, símbolos. Así que tienes tres
recuadros que tienes que relacionar con el número tres. Los símbolos
son aviones, tanques, el símbolo de la fuerza de
defensa del ejército israelí. Y eso tan sólo
para aprender a contar. Hay símbolos militares
en todas partes, toda tu vida rodeado por ellos.
... un militar de dieciocho años
regresa a casa para el fin de semana y lleva su
arma consigo. El fin de semana sale a beber, a
pasárselo bien con los amigos y muchos de ellos
llevan las armas consigo. Así que es algo que te
acostumbras a ver.
Y el colegio que habíamos pintado
quedaba al otro lado de la valla, así que los críos tenían que pasar
todos los días por un checkpoint para
llegar al colegio. Y esa era una realidad que yo
no podía entender. Quiero decir… mi vida
continuaba siendo básicamente la misma, como si
fuera de hecho cualquier ciudad europea. Para mí
la idea de la ocupación es también la de las
historias horribles que escuchas sobre gran
violencia aquí y allá pero, sobre todo, para mí
es la de la vida cotidiana. Cuando, literalmente,
te levantas cada mañana y tienes que pasar por
un soldado y enseñar tu carnet de identidad para
poder llegar al colegio.
Y los soldados
empezaban rápidamente a disparar gas
lacrimógeno… Para mí eso resultaba una situación
muy extraña porque crecí sabiendo que los
soldados estaban para defenderme, que ese era su
propósito y que los palestinos eran, obviamente,
mi enemigo. Y entonces llegas a esta protesta y
los soldados te disparan y son los palestinos
los que te dan cebollas para protegerte del gas
lacrimógeno y se entra en una dinámica en la que
no sabes quiénes somos nosotros, quiénes ellos y
quién está contra quién.
Yo pasé unos dos meses en
una prisión militar y otros tres en detención.
Fui liberada oficialmente por mi enfermedad
mental, así que también estoy oficialmente loca.
... todos los primeros ministros
pasaron por el ejército aunque no fueran
generales. Cuando permites que antiguos
militares dirijan un Estado, cuando resuelven
cualquier problema lo resuelven como soldados,
lo resuelven mediante acciones militares porque
es lo que ellos conocen.
... cuando Estados Unidos quiere
construir la valla entre ellos y México para
prevenir la inmigración, cogen la tecnología de
la valla que está comprobado que funciona en
Cisjordania. Cuando Francia quiere comprar
nuevos
drones para enviar a Afganistán, compra los
que Israel probó que funcionaron en los ataques
a Gaza de 2009. Y aquí es donde puedo dirigirme
a vosotros, porque esta economía militar es algo
verdaderamente global. La ocupación es
únicamente sostenible gracias a todos estos
gobiernos que siguen diciendo que están contra
ella y a la vez la están subvencionando y
comprando sus productos.
La reacción
de la Autoridad Palestina no es menos violenta
que la israelí. Arrestan a lo loco, golpean…
bueno, también hemos oído que en Madrid utilizan
pelotas de goma contra los manifestantes. Quiero
decir que la Autoridad Palestina actúa como
cualquier otro Estado cuando su juventud trata
de levantarse de forma crítica. Así que quizá
merezcan ser un Estado, han probado que pueden
hacerlo.
No tengo aquí
mi carnet de identidad pero el Ministerio del
Interior tiene tres clasificaciones. La primera
es tu pasaporte, tu ciudadanía, que es israelí.
La segunda es la nacionalidad, que no es israelí.
Es judía o árabe o drusa, que son los grupos
principales. El tercero es la religión. Y de
nuevo, la religión puede ser judía, cristiana,
musulmana, budista… la que sea. En lo que
concierne al gobierno de Israel estas son cosas
separadas. Así que cuando preguntas por otros
Estados musulmanes, Israel no se ve igual que
ellos porque lo que ellos ven como judaísmo es
la nacionalidad y no la religión. Así que en lo
que se refiere a la división que hace Israel, el
Estado no es un Estado religioso, es un Estado
Nacional Judío.
Hay un dicho que dice que un
pesimista es el que piensa que las cosas pueden
empeorar y un optimista es una persona que cree
que, ¡sí, pueden empeorar! Así que creo que ese
es el punto en el que nos encontramos.
Las películas
son muy críticas. Nuestro Ministro de
Exteriores, Lieberman, que podría formar parte
de nuevo del próximo gobierno, ha sugerido un
contrato específico para directores de cine que
deberían firmar un acuerdo de lealtad con el
Estado. Y eso es porque sí, el cine es muy
crítico.
Oficialmente el 35% del presupuesto palestino es
para la policía; es superior al de Israel que ya
es lo suficientemente alto. Y todo ese es dinero
estadounidense, en ambos casos. Dónde ponen
el dinero todos estos políticos tiene poco que
ver con la población palestina y sí con los
intereses de Estados Unidos o con los intereses
de la industria armamentística. Esa es otra
perspectiva más allá de la corrupción, que es
muy obvia en la Autoridad Palestina. Casi ni
siquiera tratan de ocultarla.
En 2009 o 2010, Hillary
Clinton estuvo en Israel y dijo que debían
detener las demoliciones en Jerusalén Este y
mientras permaneció en el país hubo
demoliciones. Se lo tomó como algo personal y
aparentemente abroncó a las personas adecuadas.
Desde entonces hasta hoy, de las cien casas que
se solían demoler al año, se pasó en Jerusalén a
quizá un par de docenas, incluso no tantas.
Hay un sitio web que se
llama ‘Who profits?” que tiene un mapa con todas
las organizaciones y corporacionesque sacan beneficio de la ocupación
israelí. Debería ser lo
suficientemente aproximado para ver qué
corporaciones internacionales están implicadas
aquí y allí y así poder afectar a vuestra
decisión de dónde poner vuestro dinero o en qué
dirección presionar a vuestro gobierno sobre
dónde pone vuestro dinero. Estas son cosas que,
al final, realmente tienen influencia sobre el
terreno.
Celebración del Bar Mitzvah en Jerusalén (Foto: Kristina Palacios)
Sagrada para las tres principales religiones monoteístas, Jerusalén es una ciudad vibrante y esquizofrénica, de complejos equilibrios y contrastes. Hace unos días volvieron a sonar las alarmas en la ciudad y por ese motivo, en la sección musical de "Más Vale Tarde" (Radio Vitoria - EiTB), escuchamos cómo suena Jerusalén. Tanto en grabaciones de campo realizadas por Carlos Pérez Cruz como a través del ambicioso y complejo proyecto "Jerusalén, la ciudad de las dos paces" del violagambista Jordi Savall.
El muro, en los alrededores de Belén (Fotografía: Bárbara Gras)
El ser humano tiene la virtud de
hacer cosas maravillosas que enamoran a nuestros sentidos. Pero la bondad,
lamentablemente, brilla por contraste. El ser humano tiene la capacidad – más
que documentada y demostrada – de anular los sentidos, de perderlos, de
cegarlos. Hay en tierras palestinas un ejemplo devastador de lo peor del ser
humano: un muro que ciega, que anula, que se pierde en la inmensidad del
paisaje quebrándolo, dividiéndolo e hiriéndolo de forma casi irreversible. Lo
peor de ese muro no es que sea ilegal, es que exista.
Nos perdemos muchas veces en el
debate lingüístico de las leyes, en la letra pequeña de los artículos que
buscan encaje en un orden legislativo y nos olvidamos de que las leyes no
brotan de un orden natural, de una justicia moral inequívoca. Nos olvidamos de
que toda frontera, toda valla, muro, murete o barrera articulada contraviene la
lógica del espacio físico, pone trabas artificiosas a un paisaje que de por sí
reta nuestra capacidad de movilidad. Por eso duele ver cómo el ser humano se ha
especializado en hacer nuestra vida en este mundo más dificultosa, hasta el
punto de, incluso, hacerla imposible e insoportable.
El muro, a las puertas de casa (Fotografía: Kristina Palacios)
Resulta insoportable imaginar que
para cruzar a la acera de enfrente tuviéramos que conducir más de un centenar
de kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, cuando nuestro objetivo está a
apenas unos pasos. Pero más insoportable que imaginarlo es vivirlo, y eso
sucede y es cotidiano para muchos palestinos que han visto cómo sus relaciones
sociales y familiares o su trabajo son segados por la afilada cuchilla de un
bloque de cemento fatal que el gobierno ocupante de Israel lleva trazando desde
2002.
El primer impacto del muro lo
recibí en la ciudad de Belén. Todavía recuerdo la sensación de atrezo
carcelario al toparnos con él en nuestro primer día en Palestina. Pero más allá
de su estética carcelaria – evidente a todas luces –, los sentidos se
sobresaltaron ante la negación de un horizonte. El espacio desaparece de pronto
y es como si el aire faltara y la vida decidiera negarse a brotar. Hay vida
porque sobre el muro lucen mensajes de optimismo y lucha, bellos murales que,
en realidad, nunca debieron existir. Pero existen, como existió el Muro de
Berlín y cayó y como caerá éste, aunque hoy siga su avance cancerígeno.
El primer impacto del muro, en la ciudad de Belén (Fotografía: Carlos Pérez Cruz)
El aberrante muro israelí es una
camisa de fuerza que aprieta con agresiva (y teórica pasividad) el malherido
cuerpo palestino, socavado en cada uno de sus rincones por una suerte de cáncer
que se agrava conforme avanza la ocupación y crecen las colonias (esas células
enfermas que van tomando contacto unas con otras para tratar de ocupar todo el
espacio). Los motivos de seguridad que esgrime Israel son una excusa tan
peligrosa como la utilizada por el nazismo para encarcelar a judíos (y otros
“enemigos”) hasta su exterminio. No hay demagogia en estas palabras, no para
quienes hemos tenido la “suerte” de viajar a Palestina y verlo con nuestros
propios ojos. El muro está ahogando a todo un pueblo, suspira a su necrosis, a
su disecación. Se eleva y ensombrece, deja sin luz la vida de miles y miles de
personas.
El muro es la parte visible de un
entramado carcelario que juzga culpable a toda una población. Castiga de
antemano los crímenes no cometidos, como un canon preventivo de delincuencia.
El muro se franquea sólo por unos puntos muy concretos – algunos, lo dicho,
obligan a desplazamientos de cientos de kilómetros para trayectos de apenas
unos pocos metros – y para cruzarlo es obligado sufrir un proceso de
humillación irritante en el que el carcelero
utiliza tácticas que lo deshumanizan y que desmoralizan a quien las padece.
Todo ello en escenarios aterradores: verdaderas terminales a cubierto cuyo camino
de salida está trufado de puertas giratorias, escáneres y cuartos cerrados al
antojo de las “autoridades” militares y de la seguridad privada (la gran
beneficiaria de este negocio redondo que es el muro), armados ellos hasta los
dientes. Un escenario de película de horror en el que voces metalizadas y
saturadas, muchas veces ocultas tras un cristal tintado y blindado, inyectan
por megafonía un odio que rebota y envuelve el llanto de aquel bebé (imposible
borrarlo del recuerdo) hasta crear una abominable sinfonía de pavor.
Acceso al paso del muro entre Belén y Jerusalén (Fotografía: Bárbara Gras)
Por encima de cualquier
consideración legal, el muro tiene el deber humano de ser derribado. Aunque
sólo sea para que desaparezcan esos focos que apuntan a apenas un metro de
distancia hacia la ventana del dormitorio de esa casa que sigue en pie (no
todas han tenido esa suerte) y que contemplamos atónitos en un pequeño pueblo
dividido en dos del norte de Cisjordania.
Focos dirigidos al dormitorio (Fotografía: Carlos Pérez Cruz)
No hay nada de inocente en ese
martirio lumínico como tampoco lo hay en dejar llegar hasta el último de los
varios controles a esa mujer que procuraba alcanzar el otro lado de la mano de sus tres hijos, y a la que se le denegó
el paso de éstos después de superar un primer escáner corporal, esperar a que
se abriera una puerta giratoria, pasar por otro escáner corporal para ella y
sus pequeños, más otro para sus pertenencias, quedar encerrada en el espacio de
apenas un par de metros cuadrados mientras revisan la documentación (con la
cortina de la garita echada) y estar permanentemente vigilada por cámaras y mercenarios
armados que caminan por las pasarelas superiores. Sus lágrimas de desconsuelo y
humillación, mientras arrastraba la bicicleta de uno de sus hijos - obligados a
volver sobre sus pasos -, permanecen en mi memoria como una instantánea imborrable
que nos obliga a gritar contra Israel hasta que su muro, en vez de devolver el
eco de nuestra furia, caiga por su propio peso: el de la mala conciencia y el
horror.
Contenidos del cuarto programa de Todos los caminos están cerrados:
Visita a la ciudad de Hebrón. Reunión con Walid, del Comité de Rehabilitación de Hebrón. Visita a la Mezquita de Ibrahim. Controles militares en el núcleo urbano. Vista panorámica. Paseo por calles de la ciudad vieja. La música del conflicto: la fábrica de kufiyas.
La calle está cortada. No puedes salir de allí salvo por una ratonera de vallas, puertas giratorias y escáneres de metales. Uno por uno. Como presos en la cárcel. Al salir de la ratonera: un soldado armado. (Fotografía: Carlos Pérez Cruz)
Es Walid, relaciones públicas del Comité de Rehabilitación de Hebrón, una entidad que recibe el soporte, entre otros, del Gobierno Español a través de Cooperación Española. Una de tantas incongruencias y paradojas de la política europea respecto a Palestina. (Fotografía: Carlos Pérez Cruz)
Entre tus ojos y la luz, una valla. En ella se acumulan todo tipo de desechos. ¿Por qué han vallado el cielo?, te preguntas. Está vallado porque encima de esas tiendas, de esas bajeras comerciales, quien más te odia ha ocupado las viviendas superiores y ha expulsado a tus vecinos. La verja te separa de su ira... y su mierda... (Fotografía: Carlos Pérez Cruz)
Desde nuestra posición podemos ver cómo un militar camina por otra azotea y con su arma, nada ligera, se asoma en ocasiones a echar un vistazo (Fotografía: Bárbara Gras)
Contenidos del segundo programa de Todos los caminos están cerrados:
Viaje a Belén y visita a la Basílica de la Natividad. Ambiente en los exteriores: música y baile en la Plaza Manger frente al Bethlehem Peace Center. Visita al proyecto 'Tent of Nations' y encuentro con la familia Nassar, que vive allí desde 1916 y está siendo acosada por los asentamientos israelíes que rodean su espacio. La música del conflicto: Gilad Atzmon, Robert Wyatt y Ros Stephen.
Imágenes asociadas:
Al recinto se accede por una pequeña puerta que obliga a inclinarse. Un forzoso gesto de genuflexión que nos adentra en un recinto cargado de historia, también reciente. En 2002 el ejército de Israel sitió la basílica y mató e hirió a varios palestinos que se habían refugiado en ella en los días de la más virulenta Segunda Intifada. (Fotografía: Carlos Pérez Cruz).
El paritorio original es un guirigay algo claustrofóbico. Un pequeño espacio subterráneo donde la acumulación de cuerpos carga el ambiente hasta hacerlo casi irrespirable. Imposible imaginar allí el parto del niño Jesús. (Fotografía: Carlos Pérez Cruz).
La música está enlatada. Es la
que impulsa el baile tradicional palestino de un grupo de niños y adolescentes que
cubren el pelo con sus kufiyas blancas y negras, enfundados en unos largos
camisones de rayas verticales también blancas y negras que les cubren hasta las
rodillas. A modo de faja, un pañuelo con los colores de la bandera palestina.
En ocasiones, durante su baile de anárquica sincronía, golpean el tablado del
escenario con sus pies, convirtiéndolo en instrumento de percusión. (Fotografía: Lucía Barros Miñones)
Un mosaico ejemplifica el diálogo por la paz entre un judío israelí y un palestino musulmán en 'Tent of Nations', tal y como nos explica uno de los hermanos Nassar. (Fotografía: Carlos Pérez Cruz).
Silvia, Ainhoa, Issa y Daoud Nassar, de 'Tent of Nations', durante la charla (Fotografía: Bárbara Gras)
De paseo por los terrenos de 'Tent of Nations'. Al fondo, uno de los asentamientos de colonos israelíes. (Fotografía: Bárbara Gras).
En condiciones normales hubiéramos llegado en diez minutos pero la construcción del muro por parte de Israel y los asentamientos de colonos israelíes obligan a dar una inmensa vuelta que multiplica por cuatro la duración del trayecto. (Fotografía: Kristina Palacios).