Hay algo de ejercicio de prestidigitación en lo que Israel y sus socios pretenden hacernos creer sobre lo que están haciendo con la población palestina de la Franja de Gaza. Todos lo estamos viendo, pero padecemos una gravísima anomalía óptica que produce alucinaciones de genocidio donde solo hay una proporcionada y ejemplar intervención antiterrorista.
¡Es todo un efecto óptico!, parecen exclamar. Me recuerda a una frase muy rajoniana que pronunció Donald Trump ante un grupo de veteranos de guerra: “Lo que estáis viendo y lo que estáis leyendo no es lo que está pasando”. El propio Mariano Rajoy se hizo un esguince argumentativo cuando aseguró que “no es cierto” lo que se denunciaba sobre la corrupción en su partido y puntualizó inmediatamente que, no lo era, “salvo alguna cosa, que es la que han publicado los medios de comunicación”.
Tiro de humor porque lo que hay por debajo de él es tan espantoso que solo me salen exabruptos y lágrimas. Tiro de humor porque, si no nos aferramos a él y a las gotas de belleza que caen sobre un mar de fango, nos quedaríamos en la cama por no encontrarle sentido al día a día. Tiro de humor porque tengo la suerte de no ser palestino, de que mi vida se considere más valiosa y digna que la de un hombre de cuarenta y cuatro años con piernas, pies, brazos, cabeza y corazón nacido palestino.
Tengo suerte, pero la suerte de ser un europeo blanco de cuarenta y cuatro años con piernas, pies, brazos, cabeza y corazón nacido en territorio europeo me obliga a no desentenderme de quienes no tienen tanta, de aquellos cuya (mala) suerte depende en gran medida de las decisiones que toman quienes me representan en las instituciones democráticas. Las votamos nosotros, de ahí el peso que tiene cada papeleta que introducimos (o no) en las urnas. El papel del voto es ligero, pero algunas papeletas se transforman en muerte y escombros cuando ejercemos nuestro derecho. Las urnas también contienen restos humanos.
Lo que pasa en Gaza, lo que sufren Palestina y los palestinos desde hace décadas, es también responsabilidad nuestra. Sudáfrica cesó el apartheid cuando la comunidad internacional (o sea, Estados Unidos y Europa) dijo basta, Mandela dejó de ser considerado un terrorista y el boicot un éxito. Con Palestina, la comunidad internacional (o sea, Estados Unidos y Europa) jamás ha dicho basta, la resistencia es terrorismo y el boicot, antisemitismo. Eso sí, como si de un milagro de dimensiones bíblicas se tratara, sus diplomáticos suelen admitir y denunciar lo que hay una vez ya están fuera del cargo. Ven tras mostrarse ciegos. Hablan tras callar (y mentir).
He estado en Palestina e Israel en tres ocasiones. No necesito que nadie me lo explique. Lo he visto. Los palestinos viven en un régimen de apartheid, sometidos a humillaciones cotidianas, se les niega su condición humana, su pasado, presente y futuro. Hoy en Gaza lo que todavía no se les niega es el acceso al oxígeno, el único elemento esencial para la vida que Israel no ha logrado controlar. Todo lo demás, las trampas dialécticas sobre condenas selectivas, las muletillas sobre los derechos absolutos de unos, condicionales para otros, no me interesan. No perderé ni un segundo en retóricas perversas, tampoco en la defensa de los dos estados. Quienes la continúan esgrimiendo saben que la colonización los hizo imposibles hace ya tiempo.
La paz sin justicia es tan solo un estado de violencia soterrada. Es el statu quo que ha permitido la expansión de las colonias israelíes, la asfixia cotidiana de los palestinos y la sensación de seguridad que la población judía de Israel ha disfrutado tantos años con los ojos cerrados. No lo digo yo, lo dice el maestro Daniel Baremboim en un reciente artículo en El País: “Los israelíes tendrán seguridad cuando los palestinos puedan sentir esperanza, es decir, justicia". Y añade: "Los israelíes también deben aceptar que la ocupación de Palestina es incompatible con esto". ¿Podemos empezar ya a llamar a las cosas por su nombre? Más de 7.000 palestinos masacrados en tres semanas merecen, al menos, el respeto semántico.
Carlos Pérez Cruz
Ilustración: Mazen Kerbag (www.instagram.com/mazenkerbaj)