miércoles, 20 de diciembre de 2017

Tamimi y la suspensión de la realidad


Imagine que un día abre la puerta de su casa y se encuentra dentro a un ladrón. Vaya susto, ¿no? Más terrorífico todavía: añada que esa persona está armada. Lo más probable es que eche usted a correr en dirección contraria, anteponiendo su seguridad a la improbable defensa de sus propiedades. Pongamos por caso, sin embargo, que, por la ira que le despierta ver su espacio íntimo invadido y sus pertenencias en riesgo, se abalanza sobre el ladrón y le grita que se vaya, mientras lo empuja y abofetea con indignación. El ladrón, evaluando sus opciones, decide retirarse del lugar en vez de pasar a la acción con su arma. Mejor evitar males mayores. Además, una vecina lo está grabando todo con su móvil. El ladrón se va entre improperios y su vecina comparte el insólito vídeo en sus redes sociales.

Imagine ahora que pasadas unas horas desde el susto, con un reconfortante sentimiento de orgullo, se retira a dormir. Le cuesta conciliar el sueño. Es normal. Al recordar lo vivido le recorre el cuerpo un sudor frío: el ladrón podría haberme disparado, ¡podría haber muerto! Entrada ya la madrugada, por fin se duerme; y es todavía de madrugada cuando un estruendo interrumpe el sueño. ¿¡Qué es ese ruido!? Parecen objetos que caen al suelo y estallan en mil pedazos. Sin tiempo de levantarse de la cama ni de imaginar que aquello es un mal sueño, fruto de la pesadilla del robo, militares armados entran en su dormitorio y le detienen. El vídeo de su vecina se ha hecho viral y ha encendido una gran polémica en la red. ¿Cómo es posible que se permita semejante afrenta? Miles de personas piden que se le ajusticie por no haber huido, por golpear y blasfemar al ladrón. Su acto ha subvertido el orden natural de las cosas. A un ladrón armado hay que temerlo, no se le enfrenta. Incluso hay un ministro que pide para usted cadena perpetua.

De acuerdo, lo reconozco, el relato resulta absurdo, no tiene ni pies ni cabeza. No sólo es improbable sino inverosímil. Quizá la parte de la reacción ante el ladrón pueda tener un pase, aunque sea dentro de una tonta película sobre una banda de atracadores algo torpes con los que uno puede simpatizar desde el sillón. Pero lo de la policía deteniendo a la persona que sufre el intento de robo... Lo de la sociedad pidiendo que la metan en el trullo por humillación al ladrón... Lo del ministro pidiendo cadena perpetua...

Soy sincero si le digo que cada uno de mis intentos de escribir un relato de ficción se ha dado siempre de bruces contra el mismo muro: la falta de imaginación. Mi narrativa se termina pareciendo demasiado a un texto periodístico o, aún peor, a la descripción quirúrgica de una secuencia de acontecimientos; la creación de situaciones fantásticas e inverosímiles se enfrenta sin opciones a mi cuadriculado cerebro racionalista. Y el éxito de la fantasía se basa en la suspensión de la realidad, es un pacto entre la imaginación del relator y la aceptación de sus reglas por parte del lector. Yo no se lo puedo ofrecer.

Se dice que en ocasiones la realidad supera a la ficción. Y habrán de creerme si les digo que lo que les he narrado ha sucedido; que lo que les ofrezco es, aunque torpe, una descripción aproximada de lo que ha pasado. Ha sido en Palestina, tierra de hermosos cuentos, como el de esos reyes magos que fueron a adorar al niño Jesús; también de terribles y cotidianos relatos de cruenta realidad. Muy cerca de Belén, una cría palestina de 16 años ha sido detenida y llevada ante la corte militar israelí por echar a patadas de su casa al ladrón, por abofetear de forma airada al intruso, al ocupante. El vídeo se hizo viral y muchos israelíes se indignaron ante lo que consideran una humillación. Fue detenida de madrugada. Se llama Ahed Tamimi. Será juzgada por un tribunal militar. El ministro israelí de educación (sic) le ha deseado una vida en prisión.

Ahed Tamimi podría ser una más de los 500 a 700 menores palestinos, de entre 12 y 17 años, que son encarcelados cada año por Israel. Lo sé, resulta increíble, ¡si son niños! Sí, pero ya hace tiempo que el mundo firmó con Israel un pacto de suspensión de la realidad para hacer verosímil la ficción de “la única democracia en Oriente Medio”, del “ejército más moral del mundo”. ¡Vaya cuento!

Carlos Pérez Cruz

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